Que bien se entiende la frase y que mala reputación tiene a menudo que incorporemos como parte de nuestra jornada de trabajo el alejarnos.
Alejarnos para tomar distancia de los retos y encontrar claridad.
Alejarnos para legitimar y permitir diluir las emociones que impiden actuar desde la serenidad y ecuanimidad.
Alejarnos para revisar nuestros fundamentos vocacionales y profesionales. Porque cuantas veces me han compartido en intimidad líderes de empresa que no saben cómo llegaron a un enredo profesional que ya no les entusiasma o que nunca les entusiasmo. Soñaban con otra cosa, con otra vida, a pesar de un aparente éxito.
Que bueno alejarse, para encontrar en el paseo, en la distancia, a ese mejor amigo que habita en el interior y al que no siempre damos espacio por si nos tildan de indolentes, de no estar preocupados o de no anular tres citas al día como kpi que conforma al lider de valor.
El líder de valor reserva tiempo para la hospitalidad, la escucha, la puerta abierta, el cuidado personal y el anhelo de sabiduría.
Decir que se dedica tiempo a la salud y conocimiento interior esta muy bien manifestarlo durante un almuerzo de negocios, pero frecuentemente es criticado hasta por los más íntimos colaboradores si se produce habitualmente en la jornada laboral aunque pueda enriquecer al equipo y a la empresa. El autoconocimiento, el alejarse, también exige esfuerzo, más que calentar una silla mirando el smartphone seguramente, pero no tantos lo consideran productivo.
Desde mi experiencia el líder humano que comienza este trabajo, aporta luz, contacto con la vida, la vocación y contagia.
Decía un buen amigo con gran simpatía cuando nos venían mal dadas: «No te prometí un jardín de rosas»
Que grande mi amigo. Pero su perfume el de las rosas y el de la amistad, se nos manifiestan y nos guía desde bien lejos.
Hasta el próximo encuentro.